lunes, 28 de julio de 2008

Micro relato

-Me pregunto que hora será... - Dijo el enterrador.
-Las cuatro y media - respodieron en el interior del ataud.

sábado, 26 de julio de 2008

Micro relato

Tras 140 años de viaje, salir de la nave resultaba absurdo. Es más, decidimos quedarnos en ella y obviar al resto del universo.

domingo, 29 de junio de 2008

Hacked I

-¡Buenos días, San Francisco! Hoy hace una mañana endiabladamente calurosa, y tiene pinta de seguir así durante toda la semana...

La radio del despertador había comenzado a sonar con un irritante programa matutino y Arthur sentía que la cabeza le iba a explotar. Por alguna extraña razón no se acordaba de nada de lo acontecido el día anterior, solo notaba un zumbido inextinguible dentro de su cerebro.
A duras penas apagó el despertador y se levantó. Instintivamente se dirigió al baño y orinó. Acto seguido se lavó la cara en el lavabo.

-Chico... vaya cara. - se dijo a sí mismo.

Con un paso lento se encaminó entonces hacia la cocina, necesitaba café.
Cogió su taza favorita, esa que le regalaron sus amigos de siempre, la que decía "El mejor". Arthur se puso un poco de café y azúcar, le gustaba negro, pero no amargo.
Se lo bebió, no recordaba ningún café que le hubiese sabido peor.

-Menuda juerga debí correrme anoche... la cabeza me va a explotar. -Pensaba que resaca, la cabeza le dolía como nunca y la boca le sabía a acequia.

Fue en ese momento cuando al soltar la taza sobre la encimera se percató de la presencia de un paquete envuelto en papel marrón. Lo cogió con un interrogante en su expresión y se dispuso a abrirlo. La caja no pesaba mucho, en el papel no aparecía ninguna dirección ni remitente.
Quitó el envoltorio y vio el material de la caja. Parecía una caja de metal, posiblemente de aluminio y no poseía ningún adorno.

Entonces la abrió.
El contenido lo dejó estupefacto: una pistola de 9mm y dos cargadores. Sobre todo esto había un sobrecito blanco. Arthur cogió el sobre y dejó la caja sobre la encimera. Esperaba que fuese algún tipo de broma o algo parecido. Miró en el interior del sobre y extrajo una minúscula nota de papel.

¡Felicidades, Arthur K. Norton! ¡Ha sido seleccionado para participar en nuestro test!

-¿Test?¿Qué test? - se preguntó Arthur, entonces dio un respingo al sonar el teléfono. Le había asustado, dejó que saltase el contestador.

-Hola, ahora no estoy, deja tu mensaje. ¡Piiiiiiiiip!
-Buenos, días... le llamaba por el asunto de cierto test, esperamos no molestarle y que acepte de buena gana participar en el...- comenzó a decir una voz distorsionada.
-¿Qué test...? - preguntó para sí mismo en voz alta.
-Eso es algo que sabrá en su momento, señor Norton. - respondió la voz a través del contestador.

Ante esto Arthur se quedó clavado, ¡estaba hablando con una máquina!. Pensó que quizá seguía dormido en su cama o que la cogorza aún no había remitido. El contestador siguió hablando.

-Ha sido seleccionado para someterse a una prueba. Todo irá bien. Somos más que conscientes de sus aptitudes...
-¡¿Mis aptitudes?! ¿¡Quien...?! ¡No! ¿Qué hace esa pistola en mi casa?¡¿Por qué puede hablar a través del contestador?!
-Todo a su tiempo, señor Norton. En primer lugar, para hacer el test necesitará esa pistola. Solo tiene 24 balas, aunque sabemos que es más que suficiente. Respecto al contestador... puede comprobar que hace rato que está apagado.

Arthur se dirigió hacia el aparato y pudo comprovar con estupor que esto era cierto. ¿De dónde salía la voz entonces?¿Y porqué podía oir lo que Arthur decía? Llegó a una rápida conclusión:

-Esto es la tele, ¿verdad? Han montado uno de esos realities en mi casa sin mi permiso. ¿Es eso?
-En absoluto.

La respuesta tan tajante de la voz hizo que Arthur sintiese un escalofrío a lo largo de le todo su cuerpo. Ahora comenzaba a tener auténtico miedo. La voz siguió su discurso.

-Le hemos seleccionado para realizar el test. Va a hacer una pequeña tarea para nosotros, y no puede negarse.
-¿¡Que no?! Me niego en rotundo, ¡exijo que esto acabe ahora!
-¿Sabe lo que produce ese zumbido dentro de su cabeza, señor Norton? Tiene un implante en la cabeza, a través de él vemos y oímos absolutamente todo lo que usted ve y oye. También sabemos donde se encuentra en todo momento. Para nosotros no es más que un punto rojo sobre una cuadrícula...
-¡¿Qué?! ¡Cómo demonios han metido eso en mi cabeza! ¡Iré a un hospital, incluso me abriré la cabeza yo mismo, si hace falta! ¡Pero tengo que sacarlo!
-Creo que no sabe en qué situación se encuentra, señor Norton. El menor intento de extracción del implante hará que este le vuele los sesos... sea sensato y no pierda la cabeza...

Arthur sentía ahora como si se ahogase, estaba atado de pies y manos. Su mente trabajaba a toda velocidad mientras sufría punzadas de dolor a causa del implante. Finalmente accedió.

-¿Qué tengo que hacer...?- dijo.
-Bien, ahora que ha decidido colaborar, coja su pistola y vístase. Hoy será una dura jornada de trabajo...

sábado, 17 de noviembre de 2007

Ladrones de Tumbas III

La joven Lilly Rogers forcejeaba con la puerta de la caldera mientras Molly removía el puchero, ambas eran hermanas y se llevaban un año. Lilly, la menor, era la más delgada. Tenía el pelo rojo como las llamas del fogón, y pecas por toda la cara. Era algo enclenque para su edad e incluso se podría decir que le faltaban lo que se dice... hechuras. Molly en cambio era una chica oronda y de casi dos metros. Tenía el pelo castaño oscuro y unas caderas sobre las cuales podrían comer sin problemas una familia numerosa. Ambas eran las hijas de Marcellus, el posadero del pueblo, dueño a su vez tanto de la posada El tuerto cojo como del molino. Así se aseguraba el monopolio de camas y tostadas calientes por la mañana.


- ¡No se abre...!-Gruñó Lilly-¡...Está atascada!
- ¡Eres una enclenque! Me pregunto si a ti te amamantaron como a mí...-Replicó Molly.
- Claro... como tu te la llevaste toda...
- ¿¡Qué has dicho!?
- ¡Nada, nada! Mira, ya se ha abierto.
- Echa esos troncos, la posada se enfriará como no consigamos madera pronto.


En el exterior de la posada aparcaba una camioneta, Jack, Miles y Walter se bajaron y fueron hacia la puerta.


- ¡Treinta libras! ¡Por un solo tipejo! ¿Cuánto creéis que nos daría ese Doctor por todo el cementerio?- Preguntó Jack
- Hum... me temo que solo pagan por los tipos recientes, Jack.- Contestó Miles.
- ¿En serio? Pues menuda lástima con todas esas... existencias...
- ¿Ent-tramos? T-tengo ganas d-de regalarle a Molly el anillo...-Instó Walter.
- Enseguida, muchacho. Deja que los mayores discutan sus asuntos.
- Oh, Jack, vamos adentro. ¡Tengo el culo congelado y el gaznate me pide una pinta!
- Vale, Miles. Pero las reparticiones las hago yo.


Los tres entraron al salón de la posada, había lo de siempre, Tom el leñador, hablaba a voces con Oswald el herrero. Los dos hombres discutían sobre asuntos sin importancia. Al fondo se situaban los hermanos, que eran mudos, junto a la cuadrilla de mineros, que estaba sorda. Y más al fondo aún, en un rincón oscuro, se sentaba el reverendo Jones.


- ¡Tres pintas de cerveza negra, Marcellus!- Gritó Jack con cuatro dedos en alto.
- ¡Marchando!
- Señor Rogers, ¿Est-tá Molly en casa? - Preguntó Walter.
- Claro, pequeño Walter. ¿Acaso no hueles el aroma del guiso preparado amorosamente por ella?
- Amorosamente... me p-pregunto si p-p-podría verla un segundo, señor.
- Claro, chico. Iré a buscarla...


El posadero se metió en la sala de la cocina, donde estaban Lilly y Molly. La menor se encargaba de intentar mantener encendida la caldera, mientras que la mayor se dedicaba a remover perezosamente el puchero.


-Molly, tienes visita.
-¿Quién es, padre? ¿¿Algún pretendiente rico??
-Jajaja, no hija, no. Se trata de Walter. Dice que si tienes un segundo para atenderlo.
-¡¿Walter?!-Gritó nerviosa Lilly y sin querer metió la mano en la caldera.
-¿¡Ese pesado!? No pienso verle, siempre intenta tirarme los tejos, y no pienso corresponderle. Además es tartamudo y patizambo. ¡Y por si esto fuese poco, no tiene un duro encima!.
-Pero es tan sensible...- dijo por lo bajo Lilly.
-Tu, Lilly, ve a ver que quiere ese.
-¿¡YO?! Pero... no sabría que decirle... ¡Además es a ti a quien busca!
-No me rechistes, que soy tu hermana mayor. Ahora sal y dile que estoy... indispuesta.
-Eh... bueno, discutid lo que sea, pero salid ya, tampoco es cuestión de hacer esperar a nuestros clientes...- Inquirió el posadero.
-¿Clientes? ¿¡Si nunca pagan!?
-Bueeno, pero lo importante es el trato, nunca lo olvides, hija.- Añadió el posadero, saliendo de nuevo al salón.
-Yo no voy...- siguió insistiendo Lilly, que estaba tan colorada como su pelo.
-¡Bien! Ya voy yo... ¡Inútil! ¡Y ve a cortar leña!

Acto seguido Molly dirigió sus pesados pasos hacia el salón. La muchedumbre dejó sus bebidas al ver la mole aparecer por la puerta, si bien todos la respetaban, en el fondo sabían que no había diferencia entre un oso enfadado y Molly enfadada.

- Dime, Enano- dijo con aspereza Molly.
- Hola... p-p-palomita mía... t-te he traído un regalo.
- Ah, ¿Sí?¿Y de qué regalo se trata? ¿Una mofeta disecada?

Mientras tanto, afuera Lilly intentaba cortar en dos sin éxito un tronco. El hacha pesaba demasiado para ella, y cada vez que la levantaba su cuerpo se inclinaba hacia un lado o hacia el otro. Era un espectáculo patético. Entre casi-tajo y casi-tajo, Lilly mascullaba palabras contra su hermana.

- Maldita niña mimada-ziu. Ve a cortar leña-ziu. No toques mis cosas-ziu. Walter la busca a ella y no a mí...-Ziu. Casi todos los hombres se fijan en ella-ZIu. No tienes hechuras de mujer-ZIU

¡CLACK! El tronco se partió en dos.

- ¡Ahí va! Un anillo... ¿De quien es, Walter?.
- Mío, d-digo tuyo, ¡D-digo, para ti!
- ¿Para mí?... Oh, que sensible por tu parte...-Molly intentó ponérselo en todos los dedos, no le entraba ni aunque rezase por ello, al final se lo dejó en la uña del dedo meñique.- ¿Me disculpas?
- S-sí... claro...

La oronda Molly salió corriendo hacia la cocina con el anillo en el dedo y buscando a su hermana. Lilly seguía afuera cortando leña, cada frase que decía le afinaba la puntería, al menos el odio que le tenía a su hermana mayor le iba a servir de algo. Y si de paso mantenía caliente la posada, pues mejor que mejor. En uno de los hachazos, el frenesí y la fuerza de las manos de Lilly se pusieron en desacuerdo, y el hacha salió volando. Clavándose en el tejadillo sobre la leñera donde estaba Lilly.

- Lilly, ¡mira lo que me ha regalado ese pazguato de Walter!- las sonoras pisadas cada vez estaban más cerca. Con cada pisada la posada entera se sacudía. Y la nieve del tejado se removía.
- ¿Eh...? - Alcanzó a decir Lilly.

Lo que pasó a continuación fue una sucesión de hechos narrados a cámara rápida, Molly se dirigió dando brincos hacia su hermana, y con el temblor y las sacudidas de la casa no hicieron mas que aflojar el hacha de la madera. Cuando ya estaba junto a su hermana, comenzó a saltar como una colegiala y lo último que vio y escuchó Lilly de su hermana fue un golpe seco y lo que oiría alguien cuando un árbol inmenso cae. Acto seguido un manto de nieve cubrió a la oronda hermana – hacha incluida-. Lilly se quedó de pié junto al montículo con la cara congelada en una sonrisa bobalicona en los labios y los ojos abiertos de par en par.

viernes, 27 de julio de 2007

La última batalla

-¡Que suenen las trompetas, los tambores y las flautas! ¡El pueblo del Norte va hacia la guerra!

Esas fueron las palabras de Erik “El Bastardo”, Rey del Norte y Caudillo de los ejércitos de Berserker de las Montañas Heladas. Las vastas legiones se dirigieron hacia su perdición, en el año 643 de las sagas del Norte. El frío no era nada para los curtidos hombres del hielo, pero lo que les aguardaba era algo mucho peor que miles de agujas heladas abrasándote el corazón.

Cruzaron el Gran Cañón cavado a pico en el hielo milenario y atravesaron la fría tundra hasta llegar a los Campos Negros, grandes regiones donde el aire arde cual brasa en la garganta. Allí encontraron el ejército más temible que podrían encontrar. Millares de soldados pertrechados de las armas y las armaduras más perfectas que jamás hayais podido imaginar, brillantes escudos y lanzas iridiscentes junto a los caballos mejor preparados que ningún hombre haya visto jamás.
Los Berserker nunca suelen sentir miedo, es más, sienten gozo al luchar contra un rival bien preparado, pero algo en aquellos les hizo sentir el terror del que sabe que no vivirá para ver el sol al día siguiente. Este ejército no era de los que se preocupan por las bajas, ni siquiera por las raciones para alimentar a sus soldados. Era una sombra. Tenue y rotunda a la vez.

Erik se adelantó y miró hacia el enemigo, por primera vez en su ajetreada vida tubo serias dudas de si aquello no sería una pesadilla, en cuyo caso el sudor frío no sería nada más que un daño colateral.Pero le daba mala espina saber que aquel ejército no tenía ojos. Se giró y por primera vez (también) la voz se le quebró al comenzar su arenga (Mal momento para probar nuevas experiencias, pensó):
-¡Hermanos!...¡Vinimos por el páramo helado!¡Cruzamos llanuras muertas y vivimos!¡Guerreros Berserker!¡Nacimos para morir en batalla!¡Y si aquí hemos de perecer...! ¡PERECEREMOS!

Y las voces se alzaron primero tímidamente, pero luego, con la ira que da el sentir vergüenza por el miedo ante la muerte, las voces tomaron renovada fuerza. Y el pueblo se lanzó al ataque bajo el estandarte de la piel del oso. Fueron con decisión hacia su destino, el enemigo no avanzaba un ápice, y sin embargo parecía no inmutarse ante la embestida desesperada de los hombres oso. Erik los guiaba hacia una marea negra adornada con perlas plateadas, un ejército sin temor, sin sentimientos y sin sentidos.

Erik alzó su espada y gritó al cielo:
-¡Moriremos!¡Pero antes morireis!
Y el ejército se adentró en la sombra. Y el grito se convirtió en un murmullo...




Y el murmullo en silencio...



Y el silencio... en nada.

martes, 22 de mayo de 2007

Ladrones de Tumbas II

La casa del Doctor se encontraba en un páramo a las afueras del pueblo. Apenas había árboles y estos tenian tan mal aspecto como la vieja casa.El camino era angosto, y la pendiente hacia ahogarse a la camioneta, que decidió rendirse antes de llegar a la cerca.


- ¡Maldito cacharro!

- Tranquilo Jack, si ya estamos en la casa...


- Lo sé, Miles, ¡pero nadie deja a Jack Burier a medias!.


Tras unos forcejeos con la llave la camioneta volvió a arrancar.


- ¡Bingo! - Exclamó Jack, y tras avanzar los 3 metros que le quedaban hasta la puerta paró la camioneta.

- Desde luego, no hay quien te discuta...

- D-debe de ser algo superst-ticioso...

- ¡Tu, chaval, ve a llamar a la puerta antes de que el fiambre parezca un carámbano de hielo!.-Gritó Jack.


- C-claro...


Walter bajó de la parte de atrás y se acercó a la entrada de la vieja casa. Cuando llegó, agarró un cordón que actuaba a modo de campana, pero se quedó con el en la mano. Con sumo cuidado volvió a colocarla donde estaba antes, sin éxito claro, la gravedad nunca está muy de acuerdo con eso de mantener flotando las cosas. Y si no que le pregunten a cualquiera con disfunciones varoniles. Walter volvió a llamar, esta vez golpeando la madera, cuyo sonido hueco dejó entreoir ciertos quejidos y maldiciones por parte de alguna termita dormida.


- P-parece que no hay nadie en casa. - Dijo a los de la camioneta.


- ¡No me jodas!


Jack bajó de la camioneta y fue directo a la puerta.


- ¿Esque todo tengo que hacerlo yo? - Y llamó a la puerta.


....Y nada.


- .... ¿Seguro que es aquí la dirección, muchacho? - dijo atravesando con la mirada a Walter.

- ¡C-claro que es aquí! ¡La casa de la colina! D-doctor F-f-fied-drix. ¡Lo pone en el buzón!

- ¡Si tú no sabes leer!

- ¡P-pues es aquí! ¡T-tiene que estar d-dormido o algo!


- Bien.... Entonces tiraré la puerta abajo. Aparta.


Jack retrocedió, bajó las escaleras del porche y se alejó lo suficiente como para coger carrerilla. Se escupió en las manos.


- Jack, no creo que... - Añadió Miles.


- ¡Allá voy!


Y echó a correr como un descosido hacia la puerta cargando con el hombro. Cuando estaba a punto de golpear la puerta esta se abrió de sopetón y solo se pudo oir un escueto:

- Ja?


A continuación lo que vino puede describirse como una ensalada de dientes volando, gafas rotas y muebles descuajeringados. Ah, y un ligero crujir de huesos.

Walter y Miles observaban desde el quicio de la puerta.


- Madre mía, que tortazo.


- S-sí. Me ha d-dolido hasta a mí.


Jack había caido sobre el inquilino de la casa, que ahora no era más que un monton de grasa gimoteante.


- Oooooh, mi Serebrro parrese Choucroute...

- Vaya, parece que después de todo sí que estaba en casa. - Dijo Jack dolorido.

- Ja, yo trata de abrrir la puerrta perro se atasca y no abrre... Por sierto, ¿quiénes sois vosotrros?


- Creo que tenemos algo para usted, nos dijeron que buscaba...

- Ah, ja! Siiiiiiiii, sisisisisi, nessessito cuanto más materrial mejor. ¿Mein Gott, dónde essta?

- En la camioneta... ¡Miles!¡Walter! Traedlo aquí.

- ¡S-sí!

- A la orden...

Trajeron el cuerpo y lo depositaron en una mesa camilla que había en el salón.


- Oh, oh! Mein Gott! Es fantástico... Crraneo grránde... mandíbula bien forrmada... y qué mussculaturra... Mein Gott, ¡es perrfecto!

- Creo que me da un poco de grima este tiparraco... seguro que le van los fiambres...- susurró Miles a Walter.

- ¿L-le gusta el salami?

- Creo que si usted está satisfecho, podríamos hablar del precio...


- Oh, ja. ¿Sabe usted que ocurre? En mi país, Duchtland, universidades llenass y poco materrial... perro este materrial es muy muy bueno... y todo parra mi.... que, oh- el presio... sí, tenga... unas... ¿30 librras?.


Y la mente de Jack comenzó a hacer cálculos. Ante sus ojos veía un negocio muuuuuuuuuuuy lucrativo, y por alguna razón había un señor con chistera y bigote que se frotaba las manos mientras compraba calles...

domingo, 1 de abril de 2007

Ladrones de Tumbas

El frío calaba en la noche invernal y la húmeda niebla no ayudaba precisamente a entrar en calor. Un ruido de pisadas rompió el silencio del cementerio y apareció un hombre esquelético que cualquier persona normal habría identificado inmediatamente con un muerto. Tras él aparecieron otros 2 hombres más bajos.

-Creo que esta es la tumba. Traed las palas.- Dijo el hombre más alto.
-Maldita sea, con este frío me destrozaré las manos. - Replicó el segundo.
-S-sí, y yo podría estar con la joven Molly Rogers en el pueblo. - Le siguió el más joven de los tres, que recibió una bofetada del mayor.
-¡Los negocios antes que las mujeres, chico! Y tu, Miles, ¡Ponte unos puñeteros mitones! Tengo un par en la furgoneta.

Ambos marcharon y volvieron al cabo de un rato con un par de palas, se quedaron mirando al más alto.
-... ¿Qué?
-Esto... - dijo el joven
-¿Si.....?- se impacientó
-L-le d-decía al viejo Miles que p-porqué solo hay 2 palas en la furgoneta si s-somos t-tres.

El pobre Miles no sabía donde meterse. Y para disimular intentó cambiar de tema:
-¡Oh, estos mitones van de lujo, Jack! ¡Mira, hasta tienen ventila...!- Se detuvo al ver la máquina a presión en que se estaba convirtiendo el hombre más alto, y esta se acercaba amenazántemente al indicador de “Peligro”. Entonces la máquina explotó.
-¡¡A trabajar pedazo de gandules!! ¡¡No tenemos toda la maldita noche!! ¡¡¡Aquí yo soy el que piensa, y el que busca a los clientes!!! ¡¡¡¡El que os busca el pan, malditas sabandijas!!!!

El joven Walter era pelirrojo, y de no ser por este hecho se habría confundido por completo con el paisaje nevado y lleno de lápidas que lo rodeaba, hasta las pecas se le habían vuelto blancas. Jack se acercaba hacia él con cara de pocos amigos y cuando lo tenía a dos palmos de la nariz un golpe de nieve les bajó a ambos la temperatura de golpe.
-Ups.- dijo Miles disimulando, mientras cavaba la en la tumba para hacer lo que habian ido a hacer sin que nadie sufriese daños.
-Bien... vamos, sacadlo de ahí de una maldita vez y larguémonos de aquí.- Dijo Jack mientras se iba con la ropa empapada hacia la furgoneta.
-Gracias- Dijo aliviado Walter.
-De nada, hijo.

El viejo Miles no tenía familia, llamaba hijo a todo aquél que fuese por definición menor que él (o sea, todo el mundo). No era un hombre lo que se dice peligroso, pero más te valía no estar en medio cuando decidía tomar el camino corto. Tenía las ideas claras, y dar rodeos no entraba en ellas.

Tras casi 2 horas consiguieron cavar lo suficientemente hondo como para llegar al ataud, entonces tiraron las palas fuera y fueron a buscar más herramientas. Necesitaron una buena palanca para abrir la madera. Tras unos forcejeos la tapa cedió.
-¡Premio!- Exclamó Miles-Vamos Walter, pásame las mantas...-
-¿T-tiene algo de valor, señor Miles?
-Déjame ver, hijo... nada.. nada... oh, mira, con esto podrás pedir la mano de la joven Molly.- Y le lanzó una alianza que Walter trató de atrapar al vuelo, cayéndose de cabeza a la tumba.


Jack los esperaba en la furgoneta mientras leia una revista de economía. Al verlos llegar la escondió rápidamente y preguntó:
-¿Qué le ha pasado al crío en la cara?
-N-nada señor, s-solo m-me cayó la p-pala en la cara...¡el cadáver lo t-tenemos!- Y lo pusieron en la parte de atrás con las herramientas.
-Vámonos Jack. ¿Quién es el cliente de esta noche?-Dijo Miles.
-Déjame que mire... - Sacó un papel de periódico con una dirección apuntada.- Doctor... ¡Maldición! No veo nada.... ¿qué ves tu, Miles...?
-Uhm.... Doctor. Ffff, Fffrieeee...drix.... ¿Quién escribió esto? Debía ir borracho o algo peor... vaya nombre más raro, tiene que ser falso a la fuerza.
-¡Yo lo c-conozco! Es el extranjero de la casa a las afueras del pueblo.-Añadió alegremente Walter, en una muestra de rapidez mental poco común en él.
-Bien... tu guías, Muchacho. -Y Jack arrancó la camioneta con sus cuatro pasajeros dentro.